viernes, 14 de septiembre de 2012

El último adiós a Neil Armstrong



Neil Armstrong recibió ayer el último adiós de sus compatriotas. Lo hizo en el lugar en el que Estados Unidos despide a sus hombres de Estado: la Catedral Nacional de Washington. Fue un acto desprovisto de política, protagonizado por los ex compañeros del primer hombre que puso el pie fuera del planeta Tierra y con un cierto carácter de nostalgia hacia los años 60, una época en la que la conquista del espacio parecía cuestión de tiempo. La era de la exploración lunar se cerró hace 40 años, cuando Gene Cernan dejó el satélite y subió al módulo lunar del Apolo 17. Desde entonces, los proyectos para retornar al satélite y viajar hasta a Marte han ido y venido 

Los principales protagonistas del evento no estaban en el templo. Faltaba el presidente John Fitzgerald Kennedy, que fue recordado porque precisamente el miércoles se habían cumplido 50 años del discurso en la Universidad de Rice, en Houston, el que lanzó el programa para la conquista de la Luna. Las palabras de Kennedy repicaron ayer en los muros neogóticos de la catedral: «Elegimos ir a la Luna. Elegimos ir a la Luna esta década (…), no porque sea fácil, sino porque es difícil». 

Incluso faltaba Frank Sinatra, cuyo mítico Fly Me To The Moon (Llévame volando a la Luna) fue interpretado por la cantante canadiense Diana Krall. Esa canción tiene una cierta simbología al margen de su título: una cinta magnética pirata con esa canción viajó al espacio con el Apolo X, la misión previa a la de Armstrong. La cinta fue puesta en acción en el espacio, y todavía hoy funciona. 


Además de las miles de personas que abarrotaban el templo, la ceremonia estuvo marcada por la presencia de varios ex colegas de Armstrong en la exploración espacial y por el máximo responsable de la NASA, Charles Bolden. «Los hombres y las mujeres con visión de futuro, con determinación y coraje, que hicieron posible la gesta de Armstrong y de otras misiones, son una inspiración para las generaciones futuras», dijo Bolden. «La huella que dejó en la Luna puede compararse sólo con la marca extraordinaria que dejó en los corazones de los estadounidenses». 

No se puede decir que el funeral fuera un acto privado, pero sí marcado por una relativa intimidad. No había políticos, sino sólo ex colegas y admiradores de Neil Armstrong, el «héroe renuente» de la conquista del espacio. Aparte de los panegíricos, lo más destacado de la ceremonia fueron los himnos religiosos, entonados bajo la Vidriera del Espacio de la catedral, que tiene en el centro una roca lunar traída a la Tierra por Armstrong y ofrecida al templo por el astronauta y sus dos compañeros de viaje, Buzz Aldrin y Michael Collins. 


Hoy, Armstrong realizará su último viaje en el planeta Tierra. Su cadáver será enterrado en el mar por la Marina de Estados Unidos, siguiendo el deseo expreso del astronauta. Armstrong tiene derecho a ello, ya que era un piloto de la Armada que había servido en la Guerra de Corea y, por tanto, podía elegir su lugar de descanso: un cementerio normal, el de Arlington -en el que descansan los veteranos de guerra y los caídos en las guerras de EEUU- o el mar. Fiel a su carácter modesto y enemigo de cualquier atención pública, el astronauta optó por la última opción. Así, Armstrong, el pionero de lo que Kennedy calificó, en su histórico discurso, como «este nuevo océano», descansará para siempre en el mar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario