domingo, 21 de octubre de 2012

Un enfermo de cáncer pide al BBVA su dinero de las preferentes para poder salvar su vida



El banco lo supo por la prensa el lunes, cuenta que se conmovió con la historia, mandó a sus visitadores a casa del enfermo el martes y le acercó un cuchara con el jarabe de otro préstamo para rescatarlo. 
Fue leer el reportaje publicado en estas páginas sobre Eduardo Domínguez -que alberga un carcinoma hepático y reclama, para tratar de salvar su vida, los 142.000 euros que tiene congelados en preferentes- y el BBVA, la entidad que le vendió esas participaciones de alto riesgo, acudió a su casa con una propuesta 24 horas después. 

Ni el crédito de 160.000 euros a interés cero que le ofrecen ahora al paciente/cliente, ni la promesa de que el banco se hará cargo de los gastos que suponga su evaluación en el Hospital Universitario de Navarra han logrado que el enfermo de cáncer acepte la mano que la entidad le tiende. Dice Eduardo que no quiere ayudas. Que lo que quiere es su dinero, vaya. 

«No queremos su fundación. No queremos su caridad. No queremos su compasión. No queremos su comida. No queremos un préstamo. Sólo queremos nuestro dinero». 
La explicación es cosa de Julia Bonilla, esposa del convaleciente, madre de Patricia (otros 8.000 euros enjaulados en preferentes) y que lleva dos días atendiendo a los medios que han venido a preocuparse por su historia: la de una familia común que no fue advertida del riesgo de aquella inversión y que hoy tiene un hígado al descubierto. 

Porque lo peculiar es el periplo clínico de Eduardo, su ruina en la ruleta de las preferentes y esta urgencia suya contra el cáncer a vida o muerte. 
Fue en 1995 cuando Eduardo contrajo la hepatitis que devino en cirrosis. Su historial entero lo conocen en el Hospital 12 de Octubre, donde llegó a estar incluido en un protocolo para un trasplante. Sucedió que llegó su hígado nuevo y que lo llamaron, pero él ya no estaba. Al diablo con el hígado: se había ido a Alemania para tratar de sacar de las drogas a su hijo toxicómano. 

«Mi marido tiene estudios primarios. En 2006 metió todos sus ahorros en las preferentes que le ofreció el BBVA. No se le hizo un test de idoneidad. No se le explicó el riesgo. Fueron 94.000 euros en participaciones de Repsol y 48.000 en Eroski, 142.000 en total. Ahora que lo ha necesitado y ha tratado de sacarlo, le han dicho que no es posible. Que el contrato que firmó le obliga. No sólo tiene un cáncer extendido, sino que ha sufrido una encefalopatía y una depresión tremenda. Tú me dirás». 

La entidad bancaria señaló ayer que atendió a su cliente desde el 25 de septiembre y que poco más puede hacer de lo que le ofrece ahora (el crédito y pagar el tratamiento), dado que la solución a las preferentes «depende de los tenedores [Repsol y Eroski]» del dinero. Así se recoge en la carta que le remitieron a Eduardo al día siguiente de su denuncia pública: el banco dice que estarán «encantados de prestarle el apoyo y la cobertura que precise para su evaluación clínica» en el hospital navarro, la tabla salvavidas a la que apuntan en casa. 

En la plataforma change.org su causa ya ha recogido más de 100.000 firmas. Y sigue. 
Eduardo tiene poco que rubricar. Apenas una mueca. El martes echó a los dos ejecutivos del BBVA que acudieron con la propuesta a su casa y decidió no comer. Miró a Julia y disparó: «Si no me quieren dar mi dinero, que me dejen morir tranquilo».

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