domingo, 25 de noviembre de 2012

Se instala en Madrid un radar para controlar la basura espacial



Basura espacial
En poco más de 50 años de carrera espacial, el hombre ha logrado convertir el cosmos en un basurero. Desde el lanzamiento del Sputnik en 1957, miles de satélites, cohetes y naves se han puesto en órbita. Cuando quedan inutilizados, algunos de los que se encuentran en órbitas bajas se desintegran al regresar a la atmósfera, pero la mayoría se convierte en chatarra que vaga por el espacio y en una amenaza para astronautas, naves y otros satélites activos. 

El impulso que países como China e India han dado a sus respectivas carreras espaciales está agravando este problema, por lo que las agencias intentan tomar medidas para controlar los daños antes de que sea demasiado tarde. Uno de los aspectos en los que más están trabajando es la vigilancia de los objetos más peligrosos mediante radares como el que acaba de ser instalado en Santorcaz (Madrid). 
La Agencia Espacial Europea (ESA) ha decidido ubicarlo aquí porque España es el país europeo líder en seguimiento de basura espacial, según explica  Emmet Fletcher, jefe de vigilancia y monitorización espacial de la ESA, durante una entrevista en el Centro de Astronomía (ESAC). Desde aquí se llevará a cabo el seguimiento de los resultados del radar. Durante el mes de noviembre será puesto a punto para que comience a trabajar a principios del próximo año. 
La empresa española Indra Espacio es la contratista principal y la responsable del diseño y desarrollo del transmisor del radar de pruebas. El receptor lo desarrolló el Instituto Fraunhofer, en Alemania. En total, el proyecto cuenta con un presupuesto de 4,7 millones de euros. «Se trata del segundo radar para basura espacial que se instala en Europa, que hasta ahora sólo contaba con uno en Francia», explica Gian Maria Pinna, jefe del segmento Tierra del programa de la ESA para el Conocimiento del Medio Espacial (SSA, por sus siglas en inglés). Además de seguir el rastro a los fragmentos de basura espacial, este programa se encarga de vigilar la trayectoria de asteroides que pasan cerca de la Tierra y de monitorizar las condiciones meteorológicas del espacio y la actividad solar. 

Poner orden en este basurero es una tarea prácticamente inabarcable. Los ingenieros están desarrollando sistemas para atrapar los fragmentos más peligrosos en las órbitas bajas y reconducirlos para que se desintegren durante su regreso a la atmósfera terrestre, una tarea muy cara y compleja. Los satélites que están a casi 36.000 kilómetros de altura, sin embargo, no pueden bajar, así que se dejan allí cuando se inutilizan. Prevenir las colisiones y evitar que aumente la basura son en la actualidad los principales objetivos.

Pese a la alarma que generaron sucesos como las alertas por la caída a la Tierra de fragmentos de chatarra procedentes de los satélites UARS y ROSAT y de la nave rusa Fobos-Grunt, Fletcher asegura que «el riesgo para las personas es realmente muy pequeño». Los astronautas son mucho más vulnerables. La Estación Espacial Internacional, a unos 400 kilómetros de altura, ha tenido que corregir su órbita para evitar colisiones. Incluso los fragmentos más pequeños pueden penetrar en los trajes cuando están fuera de la nave. 

Pedro Duque, astronauta de la ESA, advierte que la acumulación de chatarra espacial «está cerca de convertirse en un problema crítico a ciertas alturas». «Ya no es una cuestión de opinión», asegura durante una entrevista con este diario en ESAC. Duque, que durante cinco años desarrolló satélites de observación en la empresa Elecnor Deimos, explica que todos los operadores de sátelites conviven con este problema y cuentan con personas que se encargan de calcular la distancia a la que se encuentran fragmentos que pueden suponer una amenaza. «Es algo que no podemos dejar de vigilar. Si seguimos generándola, el peligro irá en aumento. La basura espacial puede suponer la limitación de la utilización del espacio. Por eso hay que tomar medidas ya», reclama. 

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