martes, 5 de marzo de 2013

El parricida de Dos Hermanas



La imagen de ese chico con una treintena de años vociferando amenazas por las calles y pegando patadas al mobiliario urbano se había convertido en una constante entre los vecinos de Luis Miguel Briz, cuyo nombre ha quedado grabado para siempre en la historia más negra de Dos Hermanas tras matar a sus padres y a su hermana.

Pese a que los gritos convivían con ellos desde hacía años, se había vuelto especialmente agresivo en los últimos meses. «Desde el verano su situación parecía haberse agravado», relata Manuel, que vive a escasos metros de la casa donde se cometió el doble parricidio y fraticidio el pasado jueves. «En muchas ocasiones salíamos al balcón alertados por sus gritos. Hablaba sólo, como si lo hiciera a través del manos libres de un teléfono móvil», comentaba ayer este vecino.

Pese a que la presencia de la Policía en casa de la familia Briz Torrico era habitual desde hacía varios años -a cuenta de peleas y agresiones a sus padres-, su conflictividad había aumentado notablemente en apenas seis meses. Antes, Luis Miguel pasaba incluso por ser una persona «encantadora» con la que se podía mantener una serena conversación.

Grato es el recuerdo que guarda de él Nicolás, con el que coincidió durante su infancia en el colegio San Hermenegildo. «Era un chico muy sociable, muy buena persona» cuenta. Su descripción coincide con la de Rocío, quien recordaba su paso por el Colegio Alminar, uno de los más prestigiosos de la ciudad.

El transcurso de los años fue desfigurando esa imagen de chico amable y encantador para degenerar en un joven «raro» y «distante» que cursó (sin completar) estudios de Derecho y, más recientemente, asignaturas del Grado de Finanzas y Contabilidad.

De esta última etapa dan fe algunos de los vecinos con los que convivió los seis últimos meses del pasado 2012 tras decidir que quería independizarse. Una decisión que se convirtió en un infierno para varias familias.

«Actuaba con maldad. A partir de la medianoche se ponía a dar voces, a hacer ruido y a molestar. Tenía aterrorizadas a nuestras hijas. La policía estaba aquí un día sí y otro también», comenta uno de los vecinos del bloque de la Avenida de Andalucía de Dos Hermanas en el que residió el presunto asesino durante medio año.

Cada vez que una unidad de la Policía se personaba en el domicilio llegaban a la par sus progenitores. «Los propios padres habían denunciado el caso de su hijo. Rogaban a la policía que se lo llevaran. Aunque los agentes decían que no había cometido delito y que debía ser un médico el que ordenara su ingreso en un centro psiquiátrico», relata uno de los afectados por la conducta de Luis Miguel. Este testigo de su controvertida conducta se enfrentó a él incluso en alguna ocasión. «Ocasionaba mucho ruido y lanzaba constantes amenazas, pero a la mínima que se le plantaba cara, se acobardaba», apunta este antiguo vecino de Briz Torrico.

Los improperios no los dirigía tan sólo a sus vecinos. También a su familia. «A sus padres les decía de todo. No había por donde cogerlos. A su padre, en concreto, le tenía especial tirria. Y ellos, llorando y con informes en la mano, le pedían al médico que lo ingresara. Eran conscientes del peligro que su hijo suponía para todos. Por eso creo confiadamente que este fatal desenlace se podía haber evitado», concluye el vecino en el que habitó el presunto asesino desde finales de 2012 hasta principios de este año.

El calificado de «raro» se convirtió hace años en habitual para señalar a Luis Miguel. Así lo veía por ejemplo Begoña, a cuya peluquería acudía regularmente para cortarse el pelo. «Llegaba, no hablaba con nadie, esperaba su turno, y se marchaba. Todo, dentro de una gran corrección», asegura. Incluso formó parte de la pandilla de amigos de su hermana. «Salió con ellos muy pocas veces. Para saludar ni siquiera daba dos besos como es común. Saludaba con un movimiento de la cabeza».

Muchos vecinos del entorno de la casa donde el pasado jueves se perpetró el crimen también han utilizado el calificado de «raro» para definir a la familia Briz Torrico. «Más que rara, era gente reservada», afirma uno de ellos. «Eran de un pueblo de Ávila -Santa María del Berrocal- y no tenían familia aquí. No solían salir mucho», explico.

«Los padres eran tremendamente educados y prudentes. Gente muy cordial y que trataba de pasar completamente desapercibida. Si vivieran toda esta situación mediática que se ha generado en torno a su muerte, se morían de nuevo», cuenta este vecino, quien asegura haber mantenido buenas relaciones con los progenitores de Luis Miguel, e incluso con el propio parricida. «Antes se podía hablar con él, pero últimamente era imposible».

Curiosamente, casi todos los vecinos consultados por este periódico coinciden en afirmar que la actitud de Luis cambió radicalmente tras sufrir un accidente de tráfico.

«Siempre ha sido un gran deportista. No se reflejaba mucho en su cuerpo, pero era habitual verlo corriendo o sobre su bicicleta», puntualiza uno de ellos. «Practicando deporte sufrió un accidente, fue atropellado. Estuvo muy mal. Desde entonces, su trastorno mental, su esquizofrenia, se agravó» apostilla. Sea o no así, aquel joven y encantador deportista, ha quebrado, para siempre, la paz de la calle San José de Dos Hermanas.

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