domingo, 2 de junio de 2013

Los robots asesinos de los militares


«Hay que actuar antes de llegar a un mundo donde las máquinas tengan el poder de matar». Con esta frase, el investigador de la ONU Christof Heyns alertaba esta semana en Ginebra de la necesidad de aplicar una moratoria que detenga el ensayo, la producción, la adquisición y el empleo de robots autónomos capaces de tomar decisiones y matar. 

Los Ejércitos están detrás o financian buena parte de los proyectos de investigación sobre robótica e inteligencia artificial que se llevan a cabo en la actualidad. Por ello, alegando razones de seguridad, las empresas que trabajan en su desarrollo tienden a dar muy poca información sobre los avances en sus laboratorios. 

El informe anual del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, reunido esta semana, está dedicado a analizar la amenaza potencial que los robots autónomos letales supondrían para la paz y la estabilidad internacional. Su objetivo final es que los países acuerden prohibir su uso. Mientras tanto, proponen una moratoria en su desarrollo y utilización. 

Y es que el escenario que los guionistas de Hollywood han plasmado en numerosas películas de ciencia ficción también está en la mente de los ingenieros y militares de algunos países. Ya hay naciones como EEUU, Israel, Reino Unido, Alemania, Rusia, Corea del Sur o China intentando desarrollar máquinas capaces de ser programadas con antelación para que actúen de forma autónoma y puedan seleccionar y disparar a objetivos. Según un informe de noviembre de la organización Human Rights Watch, los robots asesinos totalmente autónomos aún no existen, pero podrían ser una realidad en 20 o 30 años. Algunos expertos creen que incluso antes. 

En su informe, Christof Heyns diferencia estas armas robóticas de los denominados drones (aviones no tripulados), una tecnología ampliamente usada en la actualidad pero que requiere de una persona que los controle y dé la orden de disparar. 
Heyns recuerda que, en principio, los controvertidos drones iban a ser usados sólo en tareas de vigilancia. Sin embargo, pronto resultó evidente su potencial para su uso militar, por lo que muchos países no dudaron en emplearlos. Francia, por ejemplo, acaba de anunciar que en 2030 todos sus aviones de combate serán sustituidos por drones. 

Entre los argumentos que esgrimen los defensores del uso de robots militares hay uno obvio para sus intereses: mandar máquinas al campo de batalla reduciría las bajas entre sus soldados. Pero también aseguran que salvarían vidas del otro bando, pues es posible poner límites seguros a su actuación para que no ataquen objetivos civiles, evitando así los errores que cometen los soldados. 

El asunto es complejo y tiene grandes implicaciones éticas y legales. ¿Podrá realmente un robot distinguir entre objetivos militares y civiles? Una máquina no podrá ser juzgada así que, en el caso de que se produzcan numerosas bajas civiles, ¿quién se considerará responsable? «El esquema tradicional es que hay un combatiente y un arma. Pero lo que estamos viendo ahora es que el arma se convierte en soldado. Es el arma quien toma la decisión por sí misma», sostiene Heyns. 

Carme Torras Genís, doctora en informática y profesora de investigación en el Instituto de Robótica e Informática Industrial (CSIC-UPC), considera que el uso de este tipo de máquinas «contribuiría aún más a crear guerras desiguales.Quien posee la tecnología siempre tiene ventaja», señala la científica, que valora positivamente la iniciativa de la ONU. «Cualquier tecnología usada para cobrarse víctimas humanas me parece nefasta. Y si esta propuesta es un paso, aunque sea pequeño, para evitarlo, estoy a favor». 

Torras, especializada en robots asistenciales, siempre se ha mostrado muy preocupada por los aspectos éticos de la tecnología. En su novela de ficción La mutación sentimental (Ed. Milenio), recrea un escenario dentro de 50 años en el que humanos y robots conviven estrechamente. «La tecnología nos proporciona muchas cosas buenas, pero siempre hay usos negativos asociados. Los mismos robots que mejoran nuestra autonomía y la de las personas con discapacidades entrañan también peligros», advierte. 

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